Entre los accesorios que embellecían y enriquecían el kimono siguiendo la moda del momento, la estación del año o la ocasión, y que añadían un toque personal, más o menos refinado y seductor, a la figura femenina había peines, agujas y adornos para el pelo. De estos se podía deducir muchas cosas sobre la mujer que los llevaba. Pero existían objetos accesorios incluso para el kimono masculino, más o menos valorados (y como consecuencia también quien los llevaba) por el gusto, las formas o la combinación de colores.
Los Sagemono o “cosas que cuelgan” se contaban entre los accesorios más refinados; eran en ocasiones verdaderas obras de arte realizadas por artistas famosos o por artesanos muy hábiles, que se colgaban del obi y pendían externamente en el costado.
Sagemono.
Comprendían un pequeño recipiente de cerámica, marfil u otro material valioso, decorado y dividido en compartimentos, para las medicinas u objetos (inrô); una perla (ojime), que bloqueaba el cordón para que no se abriera el recipiente y que también estaba decorada y tallada; y una pequeña escultura (netsuke), minuciosamente labrada en marfil o en asta de ciervo y de diversas formas, que completaba.
Ojime.
Inrô.
Netsuke.
Además de estos Sagemono existían conjuntos refinados para el tabaco, compuestos por un portapipa, pequeñas cajas parecidas a la vaina de una espada corta, una pequeña perla unida al cordón y un estuche para el tabaco. Cada detalle, hasta el botón del estuche, se elegía cuidadosamente en su forma y en el material.
Patricia Ridao
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